Deep Sea Embers
Alice
Duncan nunca olvidaría esa imagen: un ataúd extravagante y peligroso en medio del mar, y una muñeca gótica impulsada por una fuerza misteriosa de pie en su interior, con los brazos abrazando la tapa del ataúd, navegando hacia ellos… Y parecía bastante enfadada. Era demasiado extraño, desde cualquier ángulo, que Duncan no sabía si estar más sorprendido por el hecho de que la muñeca maldita estaba en movimiento o por la fuerza con la que golpeaba las olas con la tapa del ataúd. Solo podía pensar que esta escena no coincidía con lo que había imaginado inicialmente. Había visualizado varias veces cómo volvería a bordo, pero nunca había considerado… esta visión.
Mientras Duncan estaba procesando esto, la muñeca ya estaba cerca de la popa del ‘Sin Hogar’. A pesar de usar la tapa del ataúd como remo, su velocidad era asombrosa, y su agilidad y fuerza eran inusuales. Duncan asomó la cabeza con cautela y vio cómo la muñeca lanzaba la tapa del ataúd al interior del ataúd, luego agarró un trozo de madera que sobresalía de la popa y comenzó a subir con increíble rapidez. Parecía estar guiada por cuerdas invisibles, y el pesado cofre flotó misteriosamente desde el mar, como si hubiera perdido su peso, a su lado.
Duncan retiró la cabeza antes de que la muñeca lo viera. La muñeca, aparentemente, no se dio cuenta de que el capitán del barco la había estado observando todo el tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, subió a la alta popa del ‘Sin Hogar’, dio un salto al cubierta, y luego, con un movimiento de sus dedos en el aire, hizo que el ataúd flotara y aterrizara suavemente a sus pies. A continuación, miró a su alrededor, observando la cubierta, y después de asegurarse de que no había nadie, se arregló el vestido, que estaba un poco mojado, y comenzó a trepar al ataúd con prisa.
En ese momento, una espada pirata apareció de la nada y bloqueó su camino. Luego, escuchó el sonido de un chasquido, el martillo de un fusil de chispa levantándose.
La muñeca se paralizó, intentó girarse, y vio al capitán, envuelto en llamas verdes, observándola con frialdad. Una voz profunda y fría resonó desde las profundidades del mundo espiritual: “Oh, te he atrapado, muñeca”.
Duncan vio cómo la muñeca temblaba, asustada, intentando apartarse instintivamente, pero su movimiento fue torpe, y escuchó un chasquido claro desde su hombro.
Su cabeza cayó.
Ante los ojos de Duncan, un hermoso cráneo se desprendió del cuerpo de la muñeca, y su largo cabello plateado se extendió por el viento, enredándose alrededor del cráneo mientras caía a sus pies. El cuerpo de la muñeca seguía en la misma posición, con un brazo extendido en el aire, mientras el cráneo la miraba con desesperación, su boca abriéndose y cerrándose: “Ay… Ay… Ay…”.
Duncan sintió que su corazón se detenía. Aunque dudaba de si tendría un corazón cuando fuera quemado por las llamas fantasma, ver la cabeza de la muñeca caer fue impactante. Las llamas ocultaron su rostro aterrorizado, y su momento de vacilación fue interpretado por la muñeca como indiferencia. La muñeca no se dio cuenta de que el capitán Duncan estaba más asustado que ella, repitiendo: “Ay… La cabeza… se cayó…”.
Duncan finalmente reaccionó, calmando su corazón imaginario, controlando sus movimientos y su voz con gran esfuerzo. Observó a la muñeca con cautela, confirmando que, a pesar de su naturaleza extraña, parecía tener más miedo de él, el “capitán fantasma”.
Consciente de su falta de conocimiento sobre este mundo y la muñeca maldita, Duncan decidió mantener la calma. Su identidad como “capitán aterrador” era su mayor ventaja para garantizar su seguridad hasta que pudiera controlar completamente la situación.
Al mismo tiempo, no podía ignorar a la muñeca. Aunque los eventos no habían salido como esperaba, ahora podía comunicarse con ella. Guardó el fusil de chispa y sostuvo la cabeza de la muñeca con la otra mano.
La sensación era extraña, y aunque sabía que era una muñeca maldita, sostener una “cabeza” le producía una inquietud en el fondo de su ser. La cálida temperatura que emanaba del cráneo casi lo impulsaba a lanzarlo.
Demasiado extraño.
Pero se contuvo, mirando fijamente a la cabeza: “¿Quieres que te la ponga de nuevo?”
“S… S… S…”
“De acuerdo, hazlo tú misma”. Duncan asintió y le entregó la cabeza a la muñeca, que estaba agarrando el aire con desesperación.
Las manos de la muñeca la agarraron con habilidad y delicadeza, peinando su cabello plateado, ajustando el ángulo y colocando la cabeza en su cuello. Un chasquido claro anunció que la articulación esférica estaba de nuevo en su lugar.
El proceso fue fluido, como si no fuera la primera vez que lo hacía.
Inmediatamente, el rostro de la muñeca, que había estado tenso, se relajó. Parpadeó y suspiró: “Uff… Estoy viva”.
Duncan se quedó en silencio. Quería decir algo, pero considerando su personaje como capitán y la incertidumbre sobre la muñeca, solo asintió sin expresión: “Bien, ahora ven conmigo. Has venido a mi barco varias veces, necesitamos hablar”.
Mientras hablaba, deshizo las llamas que lo rodeaban, volviendo a su forma humana. Esta era una habilidad que había adquirido desde que tomó el mando del ‘Sin Hogar’, pero aún no la dominaba, y no sabía cómo “utilizarla” más allá de navegar. Acababa de liberarla para impresionar a la muñeca y aumentar su propia autoridad.
Ahora que había establecido su imagen, la muñeca cooperaba, y no era necesario seguir consumiendo energía con las llamas.
La muñeca maldita se levantó del ataúd y observó con asombro cómo Duncan recuperaba su forma humana.
—¿Tú… no eres un fantasma? —preguntó, incrédula.
—Cuando es necesario —respondió Duncan con frialdad.
La muñeca se tocó la cabeza, con una mirada de respeto en sus ojos.
Duncan no sabía qué le causaba tanto respeto, pero era evidente que su cabeza aún no estaba del todo segura.
Se dirigió a su camarote, sintiendo cómo la muñeca lo seguía, a través de su conexión con el barco. Como era de esperar, el extravagante y extraño ataúd flotaba detrás de ella, como si fuera una extensión de su ser.
Momentos después, Duncan y la muñeca maldita estaban en el camarote del capitán. Bajo la mirada de la cabezs de cabra, el capitán fantasma y la muñeca maldita se sentaron frente a frente en la mesa de navegación. Duncan se sentó en su silla de respaldo oscuro, y la muñeca, con elegancia, usó el cofre como asiento.
Era elegante y hermosa, con su cabello plateado suelto y su vestido gótico, sentada en el cofre como si fuera una obra de arte en un palacio, protegida por guardias.
Lástima que Duncan, al verla, solo podía pensar en cómo había navegado y actuado por su cuenta. Suspiró, recuperando su expresión fría y autoritaria, y miró a la muñeca a los ojos:
—¿Nombre?
—Alice.
—¿Raza?
—Muñeca.
—¿Ocupación?
—Muñeca… ¿Por qué haces estas preguntas?
Duncan reflexionó: “Para obtener información básica”.