Deep Sea Embers

El Sol

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Una muñeca, tan elaborada y vívida que casi engañó a Duncan en un primer vistazo, yacía en silencio en el elegante cofre, pareciendo una dama durmiendo en su ataúd, esperando a que alguien la despertara.

Duncan casi esperaba que despertara al siguiente segundo.

Pero esta era solo una ilusión; la muñeca yacía inmóvil en el cofre, sin reaccionar a su entorno.

Duncan examinó con cautela y desconfianza a esta extraña… “cosa”. Una muñeca, por sí sola, no tendría nada de extraño, pero su apariencia demasiado realista y el cofre, que recordaba inquietantemente a un ataúd, despertaban un instinto de peligro en él. Al recordar cómo este cofre había aparecido de forma inexplicable a bordo del ‘Sin Hogar’, su cautela estaba más que justificada.

Después de una larga observación, Duncan finalmente determinó que la elegante muñeca gótica dentro del cofre no saltaría para darle un susto. Sus hombros se relajaron ligeramente, luego frunció el ceño y le preguntó a la Cabra—:

—¿Qué crees que es esto?

—Debe ser la carga importante que transportaba el barco anterior —respondió de inmediato la Cabra. A pesar de que antes había dicho que no conocía el origen del misterioso cofre que apareció en la cubierta, su experiencia en asuntos marítimos era obviamente más vasta que la de Duncan, el capitán falso—. Los símbolos en la superficie del cofre apuntan a lo divino, y los pernos alrededor del cofre indican que alguna vez estuvo sellado. Transportar algo sellado en el vasto mar es un asunto de alto riesgo. Ese barco parecía tener un pasado interesante.

—¿Un sello? —Duncan sintió un leve tic en el párpado mientras dirigía la mirada hacia la tapa del cofre, que él mismo había abierto por completo. La tapa ya estaba dañada cuando llegó al ‘Sin Hogar’, lo que le permitió abrirla con facilidad. Aunque no entendía mucho sobre sellos, estaba seguro de que este ya había perdido su efecto—. ¿Entonces esto es algo peligroso?

—Es peligroso para las personas comunes y vulnerables, pero no creo que represente una amenaza para ti. Como capitán Duncan, tu poder puede lidiar con esta “anomalía” sellada.

Duncan guardó silencio, con una expresión seria mientras sus pensamientos se agitaban.

El halago de la cabeza de cabra sonaba tentador: si realmente fuera el capitán Duncan, tal vez lo habría creído. Pero no lo era, y eso solo hacía que su ansiedad creciera aún más. La cabeza de cabra había dejado claro que la muñeca en el ataúd era un “objeto peligroso”. ¡Simplemente no representaba una amenaza para el verdadero capitán!

Aunque ahora se hacía pasar por el capitán Duncan, e incluso parecía haber adquirido algo de poder, “Zhou Ming” era muy consciente de sus limitaciones. No creía que esto lo hiciera igual al “verdadero capitán Duncan”. Todavía sabía muy poco sobre este mundo, sobre el barco e incluso sobre el cuerpo que ahora habitaba.

Además, había notado una nueva palabra extraña en el discurso de la Cabra: “anomalía”.

Lo inusual es una anomalía. Parecía un término común, pero el énfasis que le dio la Cabra le hizo sentir que tenía un significado especial en este contexto.

Tal vez, en este mundo, “anomalía” no solo significaba algo fuera de lo común, sino que se refería específicamente a un tipo de objeto, como… una muñeca en un ataúd.

Lamentablemente, no tenía una excusa adecuada para preguntar sobre algo que debería ser de conocimiento común.

Después de reflexionar un momento sobre la necesidad de recopilar información y adquirir conocimiento con cautela, Duncan frunció el ceño y miró a la muñeca por última vez, como si hubiera tomado una decisión:

Debería tirarla al mar.

Al decir esto, una pizca de duda cruzó su mente, especialmente cuando miraba a la muñeca. Esa duda se hizo más evidente.

No era simplemente porque la muñeca era bonita. Era porque se parecía demasiado a una persona viva durmiendo en su ataúd. La idea de tirarla al mar hacía que Duncan sintiera que estaba lanzando a una persona real por la borda.

Pero esa duda, paradójicamente, fortaleció su resolución.

Ya sabía que este mundo albergaba muchas cosas extrañas e inexplicables. Hasta ahora, su experiencia en este mundo se limitaba al ‘Sin Hogar’, pero incluso en ese barco, había encontrado una cabra parlante, mástiles que se izaban solos, una luz de navegación eterna, un mar peligroso y misterioso, un reino espiritual aterrador e interminables nieblas.

Y justo antes, se había encontrado con un barco mecánico que transportaba una carga sellada, que de alguna manera terminó en la cubierta del ‘Sin Hogar’.

Como persona racional y cautelosa, no podía permitir que la belleza de la muñeca lo cegara ante el peligro potencial que representaba.

Con pesar, Duncan cerró la tapa del “ataúd”, esta vez asegurándola con clavos y un martillo que encontró en la bodega. No quería correr riesgos.

Finalmente, empujó el “ataúd” con la muñeca hasta el borde de la cubierta.

—Puedes hacer lo que quieras con tu botín, pero permíteme sugerir con humildad que no seas tan cauteloso. El ‘Sin Hogar’ no ha tenido botín en mucho tiempo…

—Calla —Duncan cortó brusquemente la perorata de la Cabra.

La Cabra se calló. Duncan pateó el “ataúd” con fuerza, enviándolo volando al mar.

El pesado cofre cayó en picada desde el borde de la cubierta, hundiéndose en las aguas que habían recuperado su color normal, con un sonido sordo que luego emergió a la superficie, flotando lentamente hacia la popa del ‘Sin Hogar’.

Duncan observó cómo el cofre se alejaba arrastrado por las olas, hasta que la popa del barco lo ocultó de su vista. Soltó una respiración contenida y levantó la mirada hacia el horizonte. La niebla en la superficie del mar se había disipado por completo, revelando un mar azul profundo que se movía suavemente alrededor del ‘Sin Hogar’.

El barco había escapado completamente del “reino espiritual” y regresado a la dimensión real.

En el mar cercano, no había rastro del barco mecánico que se había cruzado brevemente con el ‘Sin Hogar’.

Duncan frunció el ceño, calculando mentalmente el tiempo que habían pasado desde el encuentro y la velocidad de ambos barcos.

Según las condiciones actuales del mar, el otro barco no debería haberse alejado tanto.

—…¿Es por este mar extraño? ¿O tiene que ver con la “navegación espiritual”?

Las dudas se agolpaban en la mente de Duncan, pero pronto su atención se centró en otra cosa.

En lo alto del cielo, entre las nubes oscuras que nunca parecían disiparse, un rayo de luz dorada brilló repentinamente.

La luz dorada se intensificó, como si una mano invisible estuviera apartando las pesadas cortinas de nubes. La superficie del mar, que había estado sombría durante tanto tiempo, comenzó a iluminarse lentamente con el resplandor del sol. Duncan, de pie en la proa del ‘Sin Hogar’, abrió los ojos como platos mientras observaba la escena. En ese momento, sintió una extraña emoción.

Desde que había descubierto la existencia de este “lado” y había explorado por primera vez este barco extraño, las nubes oscuras habían cubierto constantemente el océano, haciéndole creer que este mundo no tenía sol, que estaba destinado a estar eternamente nublado.

Había estado tanto tiempo sin ver el sol, incluso en el “otro lado”, en el apartamento de Zhou Ming, la espesa niebla fuera de la ventana lo había ocultado por completo.

Pero ahora, el mar infinito se había despejado. Después de tanto tiempo sin sol en este “lado”, finalmente sentía que el cielo se abría ante él.

Duncan, sin pensarlo, inhaló profundamente, extendiendo los brazos hacia la luz. Las nubes, como respondiendo a su gesto, se disiparon rápidamente, revelando en el punto más brillante del cielo un inmenso globo bañado en un flujo dorado.

La expresión de Duncan se congeló en el momento en que extendió los brazos para recibir la luz.

Con los ojos bien abiertos, miraba fijamente hacia arriba, donde el sol, aunque brillante, no era tan cegador como recordaba. Podía ver claramente su forma, una esfera con innumerables hilos de luz dorada que parecían entrelazarse en su superficie. Podía ver el resplandor que emanaba de él, y en medio de la danza de los rayos de luz, dos anillos concéntricos que giraban lentamente alrededor de la esfera central.

Duncan entrecerró los ojos, distinguiendo vagamente que los anillos parecían estar formados por innumerables runas conectadas, como si una fuerza suprema hubiera grabado una esclavitud eterna en el firmamento, encadenando al “sol” en su lugar.

Duncan no pudo abrazar la luz del sol que tanto había anhelado.

Este mundo no tenía sol.

—¿Qué es eso? —murmuró, su voz baja y fría.

—Eso, por supuesto, es el sol, capitán —respondió la Cabra con su habitual calma.